Nada! Llevo tiempo buscandola en algun blog, una pelicula, tan solo una imagen y nada. Supongo que esa mujer que busco no existe, es una invencion. Si es así mis diseños no se venderan pero, estoy dispuesta y convencida a que la encontrare, tan solo es una imagen un poco anticuada pero no se a extinguido. Lo se.
Si alguien la encuentra por favor diganmelo.
Aqui comienza su pequeña historia...
Un bonito día que brillaba el sol se despertaron entre besos y abrazos con un animoso “buenos días” al unisolo. Se levantaron y colocaron sus batas, bajaron a desayunar, tostadas con mantequilla y mermelada de arándanos con un café. En un silencio roto por el canto de los pájaros se dedicaron a mirar la luz que llenaba el jardín, cuando terminaron recogieron y limpiaron con entusiasmo y subieron al vestidor para elegir su muda. “¿caminaremos mucho?” pregunto ella, “daremos la vuelta al lago y tomaremos algo antes de volver.” Contesto él.
Ella se colocó sus zapatos color crema, los preferidos de él, y su vestido de cuello vuelto. Él se vistió con una camisa clara y un pantalón y chaleco color tierra, se abrocho los zapatos y salieron de casa en dirección al parque. Mientras caminaban cogidos de la mano se encontraron con una vecina de la calle, “¡Buenos días!” dijo ella, “¡buenos días!, que bonita vas hoy” dijo la vecina, “gracias Alana” contesto ella “vamos al parque a pasear, ¡hasta luego!” “¡hasta luego!”.
Cruzaron la puerta del parque y llegaron a la primera estatua, se quedaron un tiempo mirándola, observándola, “vaya, parece que le mueva viento la túnica, ¿verdad?” dijo ella, “¡sí!, es muy realista” contesto él. Siguieron el paseo y llegaron al lago. Estaba lleno de peces y cisnes peleándose por las miguitas de pan que les tiraba la gente, pronto llegaron al jardín sesentaron en un banco, “¿te apetece un sorbet à la fraise?” pregunto él, “me has leído la mente” contesto ella sonriendo. Él se levanto y se dirigió al bar. Mientras tanto ella cogió una rosa blanca y la olio, estaba llena de gotitas de rocío todavía, la colocó en su cinturón. Él regreso con el sorbet y un té helado. Se sentó junto a ella y le rodeo con el brazo. Cuando terminaron se levantaron y terminaron la vuelta al parque. Una vez de nuevo en la puerta cruzaron la calle. Llegaron a una avenida llena de gente paseando, él se despidió con un beso en la mejilla y con un animoso “¡nos vemos en la cena!” y se dirigió al edificio donde trabajaba. Ella se dirigió a una tiendecita antigua que estaba llena de fornituras y puntillas. Entró y compro unos botones de metal que llevaban una rosa en medio lacada en color rojo. Salió de la tienda y se dirigió calle arriba, dirección a unos talleres donde trabajaba y era la dueña. Eran unas tiendecitas donde vendían todo tipo de cosas artesanales, jabones, ropa, ropa de hogar, zapatos. Vivía en un pueblo no muy grande y estas tiendas tienen una buena acogida, por ello decidió crear ese espació de tiendas. Estaban situadas en un paseo interior de suelo y paredes de piedra, en la parte más antigua.
Dió la luz de la tienda y reanudó la faena que había dejado el día anterior, le faltaban coser unos botones en los puños. Por fin llego la primera clienta del día. Había encargado un abrigo para su hija, lo pagó y antes de salir le pregunto “Sabes, me gustaría poder trabajar en un oficio como este, ¿tendrías trabajo para mí?” “pues… necesitaría una persona que me lleve pedidos a domicilio, ¿Qué te parece? Podrías empezar mañana” ofreció ella, “de acuerdo, a primera hora estaré aquí” “de acuerdo, ¡hasta mañana!”. Pasó el día entre clientes y faenas y por fin llego la hora de volver a casa, apagó la luz, cerró la puerta y se dirigió calle arriba hacia la plaza.
Allí la estaba esperando él, apoyado en una farola, la cogió de la mano “¡hola! ¿Qué tal el día?” “¡genial! he contratado a la hija de Victoria” “vaya”… y se dirigieron a casa.
Entraron y comenzaron a preparar la cena, una ensalada exótica y salmón a la plancha con hierbas. Terminaron, recogieron y limpiaron entre los dos para poder descansar en el salón. Él
abrió un libro y se sentó en un sillón; Ella abrió un libro en blanco y comenzó a escribir.
Pronto llego la medianoche y decidieron ir a dormir. Subieron al dormitorio, ella se colocó un camisón siglo XIX y él una camiseta blanca de tirantes. Él le dio un beso y dijo “buenas noches”, “buenas noches para ti también” contesto ella mientras se apoyaba en el.